martes, 31 de julio de 2007

Una lucha democrática

[artículo enviado para su publicación]

 

La permanente lucha por la autonomía

 

La gravedad de la situación que están viviendo casi todas las comunidades universitarias de carácter pública/estatales exige un esfuerzo fundado en un conocimiento, racional y riguroso, acerca del origen y el desenvolvimiento de su crisis. Esto último no es excluyente de instalar también la diversidad de las opiniones presentes en la comunidad universitaria, pero ellas -las notas periodísticas y las opiniones- deben realizarse fundadas en el esfuerzo previo -o al menos compartido- de hacer presente la descripción objetiva de un proceso que en absoluto es ajeno a las razones y las formas del profundo y generalizado malestar social que aún hoy vivimos en nuestro país.

Las razones actuales -del malestar social en las universidades- tienen raíz en una historia que se nos hace presente de manera maniquea y confusa no solo en sus interpretaciones sino también en las identidades reales que dicen expresarlas.

Un ejemplo de confusión, no deseable, es la referencia a la legitimidad, o no, de la lucha permanente por la autonomía universitaria, sin aclarar cuál es y han sido los contenidos de dicha lucha. Ella solo es inteligible si se explica con claridad acerca de cuál es la heteronomía -de turno- de la cual esas luchas buscan liberarse.

La lucha de los universitarios por la autonomía, como expresión legítima de la lucha democrática, siempre lo ha sido en confrontación a heteronomías autoritarias y arbitrarias, de carácter totalitarias y corruptas. Y es importante aclarar que el modo y contenido, de esas heteronomías, no han estado reducidas solo en el encierro de las universidades sino que -por el contrario- han sido la expresión y la continuidad –en las universidades- del orden político social de las clases dominantes. ¿Cómo no hacer referencia a la arbitrariedad y corrupción que los dos partidos políticos tradicionales -el radicalismo y el peronismo- han ejercido y aún lo siguen ejerciendo mediante la monopolización del poder institucional de las universidades y de los organismos de planificación científica y técnica?

El malestar actual en la comunidad universitaria es muy intenso, la toma de conciencia acerca de sus modos y razones nos exige construir, compartir y hacer presente, un conocimiento y un rigor el cual aún no está presente. Y es cierto que ayudaría a crear las condiciones mínimas necesarias para lograrlo, colaborar todos en el ansiado proceso de producir una ruptura del monopolio expresado en la actual heteronomía que se ejerce en la dirección de las universidades, las cuales encubren y obstaculizan el conocimiento de los hechos que llevaron a la actual situación de crisis. Es tarea compleja, pero tarea de todos y no solo del conjunto de las comunidades universitarias.

En breve, en la Universidad de Buenos Aires, se realizará un nuevo esfuerzo para enfrentar su identidad estatutaria. Gran parte de lo que participarán, en dicho proceso, lo harán a partir de la exclusión de una parte sustantiva de los integrantes de la comunidad universitaria. Lo saben.

¿Tendrán la determinación y el valor moral de corregir –previamente- esa exclusión? Es humanamente deseable y no solo aconsejable si es que realmente quieren enfrentar y compartir salir de la crisis.    

 

Juan Carlos Marín, julio de 2007

Acerca de la autonomía

Acabo de leer una nota en Pag. 12, acerca de la Universidad.
Realmente me dió mucha pena lo que allí se dice por la falta de rigor y
objetividad que ella expresa, acerca de los procesos que están viviendo en
el país casi todas las comunidades universitarias de carácter
pública/estatales. La gravedad de la situación exige un esfuerzo previo
fundado en la racionalidad y el rigor de lo que se intenta describir. Esto
último no es excluyente de instalar también la diversidad de las opiniones
presentes en la comunidad universitaria, pero ellas -las notas periodísticas
y las opiniones- deben realizarse fundadas en el esfuerzo previo -o al menos
compartido- de hacer presente una descripción de un proceso que en absoluto
es ajeno a las razones y las formas del profundo malestar social que aún hoy
vivimos en nuestro país.
Las razones actuales -del malestar social en las universidades- tienen raiz
en una historia que se nos hace presente de manera maniquea y confusa no
solo en sus interpretaciones sino también en las identidades reales que
dicen expresarlas.
Un ejemplo de confusión no deseable es la referencia a la lucha permanente
por la autonomía universitaria, sin aclarar cuál es y han sido los
contenidos de dicha lucha. Ella solo es inteligible si se explica con
claridad acerca de cuál es la heteronomía -de turno- de la cual se busca
autonomizarse. Siempre lo han sido de heteronomías autoritarias y
arbitrarias, de carácter totalitarias y corruptas, pero el modo y contenido
de las identidades de esas heteronomías no han estado reducidas solo en el
encierro de las universidades sino que -por el contrario- han sido la
expresión y la continuidad del orden político social de las clases
dominantes, en las universidades.
¿Cómo no hacer referencia a la arbitrariedad y corrupción que los dos
partidos políticos tradicionales -el radicalismo y el peronismo- han
ejercido y aún lo siguen ejerciendo mediante la monopolización del poder
institucional de las universidades y de los organismos de planificación
científica y técnica?
El malestar actual en la comunidad universitaria es muy intenso, la toma de
conciencia acerca de sus modos y razones nos exige construir un conocimiento
y un rigor del cual aún carecemos, pero es cierto que ayudaría a crear las
condiciones mínimas necesarias colaborar todos en el ansiado proceso de producir una ruptura del monopolio expresado en la actual heteronomía que ejerce la dirección de la
universidades. Tarea compleja pero tarea de todos y no solo de la comunidad
universitaria.

saludos, Juan Carlos Marín, julio 2007.

domingo, 29 de julio de 2007

Entre tinieblas

Entre tinieblas

Por Juan Forn Descubrí a Sven Lindqvist por error: tenía un par de horas en Buenos Aires antes del ómnibus de vuelta a Gesell y, en la única librería que quedaba abierta pasadas las diez de la noche, compré de apuro, casi sin mirarlo (porque amenazaban con cerrar y porque costaba doce pesos, un precio cada vez más difícil de encontrar en Buenos Aires por un libro decente) un ejemplar de Exterminad a todos los brutos, de Sven Lindqvist. Lo confundí con Sven Birkerts, estaba convencido de haber encontrado una continuación a Las elegías Gutenberg, sensacional ensayo de Birkerts sobre el acto de leer. Ingenuamente, en el título Exterminad a todos los brutos creí ver una continuación de esa elegía al mundo de la lectura y pensé, con igual ingenuidad, que ese libro me había estado esperando contra toda esperanza en aquella deprimente idea de librería que son los locales de la cadena Yenny en general, y el cadáver del Grand Splendid en particular.

Sven Lindqvist nació en Suecia en los años '30. En un intercambio estudiantil poco después de la Segunda Guerra conoció Manchester. En el viaje hasta allá (en tren primero, en barco después) había visto las ruinas de Dresde y Hamburgo. Cuando comentó inocentemente a la familia que lo hospedaba el estado en que había quedado la ciudad alemana por el bombardeo aliado, le contestaron: "Habrán sido los yanquis. Nosotros sólo bombardeamos las vías de ferrocarril y las fábricas. Y si haces más comentarios proalemanes, serás enviado de vuelta a tu país". Que no era Alemania sino Suecia, como ya ha sido dicho. En 1961 el joven Lindqvist se fue a China con el objetivo de escribir su tesis de doctorado en literaturas comparadas. En lugar de la tesis escribió un librito llamado El mito de Wu Tao-tzu, que comienza con una anécdota que les oyó contar a oficiales maoístas de una prisión en Pekín. La anécdota decía que, cuando encarcelaron al pintor Wu Tao-tzu, éste dedicó todos sus desvelos a pintar en la pared de su celda un tren. Cuando el tren estuvo terminado, Wu se subió a él y desapareció del mundo. El librito de Lindqvist proponía un itinerario inverso: ir del arte hacia el mundo. Y a eso se ha dedicado desde entonces.

En Exterminad a todos los brutos cuenta dos episodios de su infancia, antes de la guerra. Su abuela, la madre de su padre, vivía con ellos. La abuela olía mal y era cambalachera. Creyendo que el olor provenía de los cachivaches que acumulaba bajo su cama, la joven madre de Lindqvist hacía periódicas incursiones de expropiación a la habitación de la anciana. Lindqvist corría a sumergirse debajo de aquella cama y salvaba lo que podía de aquellas requisiciones, y después le devolvía el botín a su abuela. Salvo un libro llamado A la sombra de las palmeras, que la vieja le permitió conservar.

Los padres suecos tuvieron hasta 1966 derecho legal de azotar a sus hijos. Cuenta Lindqvist que, cuando se portaba mal, su madre lo llevaba al bosque cercano a elegir una rama de abedul, que ella probaba dando cortos latigazos en el aire. Volvían con ella hasta la casa (Lindqvist cargando la vara elegida y mirando empecinadamente al piso, esquivando toda mirada a su paso) y sobrevenía entonces la espera hasta que, con la noche, volvía el padre a casa. Informado por la madre de los sucesos del día, el padre entraba en la habitación, preguntaba al hijo si era cierto lo que había oído y procedía a azotarlo. Según Lindqvist, al principio de cada castigo era evidente que el padre administraba el castigo a su pesar. Pero al cruzar cierto umbral, yo empezaba a oír, en la manera en que respiraba, que algo sucedía con él... Lo que Lindqvist sentía era la vergüenza del padre convirtiéndose en rabia, una rabia que lo llevaba a azotar con más fuerza de la que se proponía. "Lo que yo percibía", dice Lindqvist, "es que los seres humanos son poseídos por la enajenación cuando ejercen la violencia. La violencia los arrastra, los transforma y los vuelve irreconocibles hasta para sí mismos".

El libro A la sombra de las palmeras, que el niño Lindqvist leía a escondidas en su habitación, también hablaba de latigazos. Escrito por el sacerdote Edward Sjöblom, contaba sus experiencias como misionero en el Congo, entre ellas el testimonio de unos oficiales suecos al servicio del rey Leopoldo de Bélgica que, al regresar a su país, presentaron un informe a la Sociedad de Antropología y Geografía donde relataban que el chicote, o látigo de piel de hipopótamo, era la herramienta principal en el trato con los nativos, porque "ellos no respetan ninguna cosa que no sea la fuerza bruta". Un teniente Gleerup confiesa muy suelto de cuerpo que azotaba a sus changadores hasta caer vencido por la fiebre y que los mismos azotados cuidaban de él hasta que podía incorporarse de nuevo y hacer silbar el látigo otra vez. El comentario final de la Sociedad Sueca de Antropología y Geografía decía: "No debemos apresurarnos a juzgar duramente al joven estado del Congo. Los belgas han abierto el país al progreso y al comercio y nuestros oficiales, con fatigas y privaciones, han sabido dejar en buen sitio el prestigio sueco".

No sólo suecos trabajaban al servicio de Leopoldo de Bélgica en el comercio de goma y marfil. También lo hizo un capitán polaco de apellido Korzeniowski, más conocido por el seudónimo que adoptaría para escribir sus libros: Joseph Conrad. Siete años después de su experiencia en el Congo, ya retirado del mar e instalado en Inglaterra, Conrad escribió El corazón de las tinieblas. De allí proviene la cita "Exterminad a todos los brutos" (o "salvajes", según la traducción). La escribe el coronel Kurtz a mano, con pulso tembloroso y enajenado, al final del informe que eleva a la Compañía (es decir, a la Société Belge du Haut-Congo del rey Leopoldo) sobre el trato que debe darse a los nativos.

Conrad escribió El corazón de las tinieblas a lo largo de 1897. En ese año, Europa entera celebró el 60º aniversario de la reina Victoria, a quien se comparó con el rey persa Darío, con Alejandro Magno y el emperador romano Augusto. Fue también el año en que Leopoldo de Bélgica inauguró gran parte de los fastuosos edificios que convirtieron a Bruselas en un ridículo pastel de bodas, con las pingües ganancias que daban sus colonias africanas. Fue el mismo año que, en Alemania, se acuñó el concepto "espacio vital" o, más coloquialmente, "espacio para mover los codos", doctrina que sostenía que el obvio requisito que necesitaba la raza germana para asegurar su subsistencia era extenderse desde el Báltico hasta el Bósforo.

El filósofo más importante de ese tiempo, Herbert Spencer, uno de los grandes defensores de la pedagogía negra, sostenía que "todos los seres vivientes son obligados a progresar mediante el castigo", interpretando a su manera las teorías evolucionistas de Darwin. Lo mismo hacía el primer ministro de la reina Victoria, Lord Salisbury, cuando declaró famosamente en aquel año 1897 tan pleno de celebraciones: "El mundo puede ser dividido en naciones vivientes y naciones que desaparecen. Es natural que las naciones vivientes se vayan apropiando de los territorios de las que van sucumbiendo". No decía, por supuesto, que las "naciones murientes", en Africa y América y Asia y Australia, habían ido muriendo precisamente porque se les quitaron sus territorios y se diezmó su población, o se la convirtió en mano de obra esclava. La palabra genocidio no existía todavía, dice Lindqvist. "Pero el aire que respiraban todos los muchachos europeos de esa época (incluyendo a uno llamado Adolf Hitler, que por entonces tenía nueve años), estaba impregnado del convencimiento de que el imperialismo era un proceso biológico necesario, un proceso que, de acuerdo con las leyes de la naturaleza, lleva inevitablemente al aniquilamiento de las razas inferiores".

La orden del día era: "Dejad morir a aquellos a quienes las leyes del progreso se lo ordenan". O sencillamente "exterminadlos", como decía el Kurtz de Conrad. Lindqvist cuenta que, cuando Darwin escribe El origen del hombre en 1871, aún recuerda escandalizado "la brutalidad de la caza del hombre en la Argentina, en la guerra contra el indio" a la que asistió cuando estuvo en la Patagonia treinta y cinco años antes (y que recién en 1871 estaba logrando finalmente su objetivo, a las órdenes del general Roca). Darwin había escrito: "Todos están convencidos de que es una guerra justiciera porque se lucha contra los bárbaros. Los terrenos liberados se reparten entre los vencedores". En Mein Kampf, Hitler sostiene que, tal como Inglaterra se expandió por mar, sumando colonias, Alemania debe expandirse por tierra, sumando los territorios del Este. Hitler no empezó la guerra con la consigna de exterminar a los judíos sino con la de obtener más tierras de labranza para los ciudadanos alemanes. La doctrina del espacio vital apuntaba a que Alemania usase el poderío del más novedoso medio de producción (la industria) para apropiarse del más antiguo medio de producción: la tierra.

Cuando los primeros barcos a vapor se hicieron a la mar y sirvieron para llevar novedoso armamento a los confines del mundo, Europa interpretó esa superioridad técnica como una superioridad biológica. En aquel infausto año de 1897, se inventó en una fábrica de Calcuta la bala dum-dum. El uso de ese proyectil fue prohibido entre estados civilizados: sólo se permitía su uso para la caza mayor y las guerras coloniales (porque "los salvajes" a veces seguían vivos después de haber sido alcanzados por cuatro o cinco proyectiles comunes). Ese mismo año de 1897, Conrad les escribe a sus amigos H. G. Wells y R. Cunnighame Graham: "El honor, la justicia, la compasión, la libertad son ideas que no tienen creyentes verdaderos. Existen tan sólo hombres que, sin saber entender o sentir, se embriagan con palabras, las repiten a gritos, se imaginan que creen en ellas, sin creer en otra cosa que en el lucro, las ventajas personales y la vanidad".

Sven Lindqvist tiene una manera magistral de contar episodios aparentemente diversos. Lo que hace en Exterminad a todos los brutos es ir hilando, en una sucesión de hipnóticos relatos, los elementos históricos que tenían los contemporáneos de Conrad frente a sus ojos cuando éste escribió El corazón de las tinieblas. Simplemente busca las noticias que salían en los diarios y revistas de la época: lo que declaraban los políticos y los reportes que hacían a sus superiores quienes volvían de sus misiones en los confines del mundo. Lo que se enseñaba en las escuelas y lo que se practicaba en las casas y se conversaba en la mesa. De tanto en tanto hace una brevísima extrapolación en los años posteriores, pero inmediatamente vuelve a aquellos episodios, ambientados en las civilizadas capitales europeas y en las lejanas selvas, islas y desiertos donde las razas inferiores asistían al advenimiento del progreso que las aplastaría a su paso. La sucesión de esos relatos despierta en el lector una tenebrosa, electrizante fascinación, semejante a la que ejercían en Lindqvist de niño aquellos relatos del misionero sueco sobre el Congo.

"Tú ya sabes lo suficiente. Yo también lo sé. No es conocimiento lo que nos falta. Lo que nos falta es el coraje para darnos cuenta de lo que ya sabemos y sacar conclusiones", es la formidable frase con que Lindqvist inicia su libro. Doscientas once páginas después, luego de decirnos que, cuando lo que había sucedido en el corazón de las tinieblas se repitió en el corazón de Europa, nadie quiso reconocer lo que todos sabían (en referencia al colonialismo como influencia y antecedente directo de la doctrina nazi), señala la terrible ironía de que, un par de decenios después de aquella guerra iniciada por Hitler para conseguir más tierras de labranza, los estados europeos empezaron a pagar a sus campesinos para que dejasen de trabajar el campo.

Dije al principio de esta nota que pagué doce pesos por mi ejemplar de Exterminad a todos los brutos. Hay una edición cara, europea (Siruela) del libro de Lindqvist. Pero en nuestro país lo editó la Oficina de Publicaciones del Ciclo Básico Común de la Universidad de Buenos Aires. Hay en nuestra bendita universidad pública argentina un profesor llamado Carlos Enrique Berbeglia, que puso a disposición de todos los pibes que entran al CBC este libro ejemplar. Fue por influjo de un periodista y docente patagónico de ascendencia nórdica, llamado Carlos Kristensen, que se publicó el libro. El propio Kristensen, que había sufrido persecución y cárcel durante la dictadura militar, se encargó de traducirlo. Pero no llegó a verlo impreso: murió el 19 de marzo de 1996, poco antes de que su traducción entrara a imprenta. Todos los que creemos que los libros conservan aún el poder de incidir sobre la realidad deberíamos agradecerle su labor, allí donde esté. Y todos aquellos que creen que los libros han perdido ese poder deberían escuchar con atención estas palabras de Sven Lindqvist: "En todo el mundo existe un conocimiento, reprimido profundamente, que si se convirtiese en consciente haría estallar nuestra concepción del mundo y nos obligaría a dudar de nosotros mismos. En todo ese mundo sigue representándose el corazón de las tinieblas".

Hay sólo otro libro de Sven Lindqvist (de la decena que escribió) traducido al castellano: se llama Una historia de los bombardeos, fue editado en México por Turner-Fondo de Cultura y puede leerse como una continuación de Exterminad a todos los brutos. Y una pequeña editorial de Zaragoza llamada Basarai anuncia para este año la publicación de El mito de Wu Tao-tzu. Lindqvist tiene hoy 75 años, es uno de los escritores más respetados de Suecia y sigue escribiendo para el diario independiente Dagens Nyheter.© 2000-2007 República Argentina

sábado, 28 de julio de 2007

La moral es una lógica de la acción

¡Margaritas por la noticia!

La construcción de la burguesía, como identidad social original, comenzó a gestarse alrededor del año mil de la larga historia de la evolución de las formas sociales de la especie humana. Cinco siglos después, la burguesía continuó su ascenso evolutivo hacia una identidad social más compleja y fue transformándose en una capitalista. En lo que Marx llamaría, un atesorador racional.

A partir del siglo XV, esa fluida identidad social comenzaría de manera creciente a generalizar su capacidad de cambiar el conjunto de los órdenes sociales hasta lograr dar origen y desencadenar la construcción de una nueva formación social, el capitalismo.

Es decir, comenzó a surgir una forma social original, capaz de generalizarse apropiándose de manera permanente y creciente las condiciones sociales y materiales de vida de los poblamientos para concentrarlas en un complejo ordenamiento de un nuevo proceso evolutivo de las formas sociales de producción material y humana.

Cada vez hay más conocimiento acerca del cómo sucedieron los procesos sociales de estos últimos mil años. Cada vez más podemos comprender más el proceso que nos ha construido a usted y a mí; y comprender por qué podemos ser y actuar de manera tan diferente, cuando así lo hacemos, a pesar de que pertenecemos a la misma especie biológica y formación social.

Pero, también es cierto que en mi afirmación anterior hay una pequeña pero sustantiva falacia. Cuando afirmo podemos comprender estoy introduciendo una afirmación que la realidad me advierte que ella es insostenible e irrealizable en la inmensa mayoría de la especie humana. El acceso a las formas de conocimiento, que hace posible saber de esos procesos, está material y socialmente restringido. Al igual que el acceso humano a las proteínas y al resto de las condiciones de vida está diferenciado y restringido en esta nueva formación social. La alimentación, en cualquiera de sus formas, es un privilegio determinado por la fuerza material de la moral de los capitalistas, cualesquiera sea la diversidad de su origen histórico social, la lógica de su acción es y seguirá siendo la de un atesorador racional.

Juan Carlos Marín, julio 2007.

martes, 3 de julio de 2007

Octubre ¿la ilusión o la esperanza?

Artículo publicado en Página/12, el día miércoles 04 de julio de 2007

Quienes están afligidos por el triunfo de PRO deben reconocer que quizás por una imagen irreal de Argentina y de lo que ellos son, sumado a la fuerza de sus deseos, construyeron una ilusión. En verdad, los ilusionados afligidos, son y quizás seguirán siéndolo durante mucho más tiempo de lo deseado por ellos, una minoría electoral en la capital... y también en el resto del país. Con un problema adicional, el de ser una minoría socialmente diversa y politicamente dividida.

Pero es cierto que con solo la referencia al deseo y a las imágenes de irrealidad no alcanzaríamos a comprender y explicar el origen de la ilusión y el riesgo de caer en la desilusión. Recordemos que llegar y salir de la crisis de diciembre del 2001 implicó a los argentinos devorar con rapidez y avidez gran parte del poder acumulado de las dos formaciones políticas que monopolizaron el estado del poder durante no menos de cien años. Alfonsín, Menem, De la Rua, Puerta, Rodriguez Saa, Duhalde, todos ellos, colaboraron eficientemente en enturbiar y vaciar viscosamente los contenidos y la identidad de esas dos formaciones políticas. Este proceso de caotización aún hoy sigue su marcha compartiéndolo simultáneamente con otro proceso social y político. A partir de la crisis del 2001, se desencadenó también un nuevo proceso. La tendencia creciente a la autonomización de la diversidad social y de las diferencias políticas. Creció legítimamente la expresión del malestar social. Cada quien, en su diversidad social y en la identidad de su deseo político, comenzó a avanzar con mayor grado de libertad hacia la realización de sus convicciones. El desorden que se inició –en el fin del 2001- preanunciaba en realidad el desencadenamiento de la búsqueda legítima de un nuevo ordenamiento. Y lo expresó de manera imprevista en su primer paso institucional, con una determinación electoral que otorgó finalmente el gobierno del Estado nacional a una representación política minoritaria... tal era el estado previo de caotización del que se intentaba salir. Casi todos le otorgaron, a esa minoría, la legitimidad y no solo el ejercicio de la legalidad!

El desafío había cambiado. Es que el modo que tomó el crecimiento del malestar social y el desarrollo de la crisis del 2001 asustó a muchos de los que -aún hoy- monopolizan las formas del poder legal e ilegal. Los sobrevivientes de ese monopolio y los promotores encubiertos de la crisis, comenzaron a asustarse a medida que fue creciendo la participación responsable con que el conjunto de la sociedad decidió asumirse para salir de la crisis. El germen de la dualidad posible del poder mostró su rostro virtual... la débil y frágil centralidad del poder lo permitió.

Es verdad que era irreal pensar que todos creían que "se irían todos" o que se atravesaba "una situación prerevolucionaria". Lo que sí fue cierto es que se instaló una compleja dualidad en las vecciones de las luchas políticas. La identidad social y cultural de la ciudadanía se desplazó del encierro de las historias políticas partidarias; y decidió distinguir y asumir diferenciadamente las realidades en que realizaba su lucha social y política. El malestar social se transformó en la disconformidad social activa. Larga y enormemente compleja y diferenciada sería la lista de ejemplificaciones emblemáticas de lo que actualmente sucede en todo el país como expresión de esta disconformidad en acción. En octubre se hará presente.

En estas condiciones, como resultante final, dos alternativas políticas se confrontarán en octubre. Los más simples de encasillar nominalmente, sería la oposición. Son los que hoy día están alineados con aquellos que están reducidos a su poder mafioso. Formada por todos los que buscan desesperadamente recuperar y reinstalar su gobernabilidad perdida en los diferentes órdenes jerárquicos del poder partidario y del gobierno nacional. ¡Qué duda cabe que Menem, Duhalde, Puerta, Rodriguez Saa son el peronismo real! ¡Qué duda cabe quién es Lavagna promovido por Alfonsín! ¡Qué duda cabe quién es Lopez Murphy promovido por Macri! ¡Qué duda cabe quién es la Carrió que espera que los peronistas "se maten entre todos ellos"... para llegar ella a tener alguna chance! Y podríamos seguir este espanto si continuáramos listando las alternativas de quiénes se presentan como oposición. Representan sin pudor, la mayoría de ellos, el intento de recuperar la gobernabilidad perdida a partir de la recuperación de las dos formaciones partidarias históricas que construyeron el desastre. No desean que el conocimiento de la historia los alcance.

¿A quiénes enfrentan en octubre esta oposición?

También aquí, nominalmente tenemos una palabra, a Kirchn@r.

Este es el dilema y también un interrogante abierto.

Para que se conviertan en alternativa a la oposición deben abandonar la irrealidad que conduce de la ilusión a la desilusión y, de allí, a cometer el error de cobijarse en lo que acababan de abandonar. Reconocer que quiénes luchan por humanizar su dignidad no son conspiradores sino que son indignados igual que ellos. Quizás reconocer esa realidad -que a veces les incomoda- les permita construir una esperanza para todos los que luchan por humanizar la vida de todos.

También ellos deben elegir, entre la ilusión y la esperanza.

Pero deben hacerlo mucho antes de octubre, para que la oposición tenga certeza de a quienes enfrenta y que su identidad real como oposición es aparentar y encubrirse en mayorías locales y en realidad ser una minoría nacional en búsqueda de su gobernabilidad perdida. Quizás así las aparentes minorías locales del pueblo puedan enfrentarse mostrando y ejerciendo su identidad y realizando su vocación: ser una mayoría nacional que muestra su determinación de no olvidar el pasado y no dejarlo retornar. Que son los que mayoritariamente sienten una profunda incomodidad y rechazo por la inhumanidad del orden social imperante.

Juan Carlos Marín
Junio 2007