domingo, 8 de abril de 2007

Extracto de "Los Hechos Armados" sobre el peronismo

El siguiente extracto contiene las páginas 42 a 53 de la 2da. edición corregida y aumentada, Ed. PICaSo/La Rosa Blindada, diciembre de 2003.

Escrito por Juan Carlos Marín hacia 1979.


"Las fracciones sociales hegemonizadas por los sectores más reaccionarios de la burguesía necesitaron una guerra militar (junio-setiembre, 1955) para arrebatar el control del aparato estatal que detentaba el peronismo.[1] Fue una guerra en la que participaron esencialmente los cuadros profesionales de las fuerzas armadas, y en la que la presencia de los sectores populares se restringió sólo al espontaneísmo de las movilizaciones de masas desarmadas "moral y materialmente". Guerra entre burgueses y represión a las masas.[2]

Desde ese momento se lanza un proceso de abierta y encubierta represión y proscripción política del régimen y de su partido hacia las mayorías. La "doble proscripción" refiere a la situación política y social por la que atraviesa la clase obrera durante el período en que el movimiento político peronista carece de legalidad -y en particular de derechos electorales- para actuar políticamente.[3] Pues no sólo está proscrita la expresión política de la gran mayoría de la clase obrera, sino que a su vez los cuadros políticos dirigentes del movimiento peronista se constituyen en "represores" de toda tendencia que en la acción movilice a los sectores obreros más allá del dominio burgués del régimen institucional.

La lucha de los obreros por recuperar y mantener su legalidad política y corporativa se apoyó fundamental y esencialmente en el mantenimiento de su unidad de adscripción política al peronismo; su combatividad, y la perseverancia mostrada en la lucha de tales objetivos, crearon no sólo una permanente inestabilidad del régimen sino también una lenta y progresiva contradicción entre las clases que formaban parte del movimiento peronista.

Desde una perspectiva obrera, las metas estratégicas estaban centradas en una lucha democrática cuyo carácter social dominante se mantenía en una inestable relación pendular obrero-burgués, reflejo de las relaciones de fuerza entre la clase obrera y la burguesía; al mismo tiempo esta última distribuía sus fracciones entre el "peronismo" y el "antiperonismo".

Este proceso exigió a los cuadros obreros -gremiales y políticos- que mantuvieran una acción permanente en dos frentes de lucha.

Uno estaba centrado en la imagen -hegemonizada por la burguesía- acerca de lo que se consideraba la contradicción política fundamental: la lucha burguesa entre el peronismo y el antiperonismo. Fue la forma en que se constituyó un bloque histórico que otorgó el dominio político a la burguesía argentina durante este período.

El otro frente (de lucha) estaba centrado en el intento de los cuadros obreros por convertirse en la fracción social dominante de la alianza de clases (el peronismo), condición necesaria para llegar a ser la fracción dirigente del movimiento.

Este doble aspecto de la lucha de la clase obrera se convirtió en un desafío que puso a prueba a sus cuadros, y a su capacidad, para otorgarle un carácter clasista a su lucha.

Era necesaria una profunda conciencia de clase para comprender en cada momento como debían ser distribuidas las fuerzas entre esos dos frentes que expresaban la lucha contra el dominio político de la burguesía. La lucha "interna", en el seno de la propia alianza de clases, no podía poner al peronismo en peligro de sufrir una derrota en su lucha contra la alianza del "antiperonismo". Pero, a su vez, la debilidad de su enfrentamiento con las fracciones burguesas del peronismo ponía a ésta en una situación de incapacidad para enfrentar exitosamente al antiperonismo en la lucha política nacional.

Todo ello confería al período un carácter de lucha "interburguesa", ocultando y mistificando el contenido real de la lucha de clases.

Ese carácter clasista que asumió la lucha política permaneció encubierto para muchas de las fracciones políticas que intentaron una aproximación a una estrategia revolucionaria.

Ello exigía realizar un corte "transversal" al proceso aparentemente más evidente: la lucha entre el "peronismo" y el "antiperonismo". No como acto de reflexión, sino encontrando en la acción el alineamiento con aquellas fracciones obreras que lo realizaban en la práctica, más por "instinto" que por el esfuerzo de sus conducciones, otorgándole a su lucha un carácter socialista -el intento de una hegemonía obrera- aún sin saberlo.

Es que en verdad todo el proceso político estaba confundido con el doble carácter de la formación de la clase obrera.

Por un lado, la formación misma de diferentes fracciones sociales de la clase -"clase en sí"- y las relaciones con otras clases sociales necesarias para su efectivización; y, por otro, la constitución de metas y objetivos cuya realización exigían esas relaciones, así como la toma de conciencia política de las mismas -"clase para sí"- en relación a la propia clase y a las demás. Se producía una especie de yuxtaposición de procesos cuyos significados, contenidos sociales, eran no sólo distintos sino hasta contradictorios para la propia clase obrera. En tal proceso, su incipiente adscripción al poder se resolvía en los pasos más primarios y elementales con que se constituye toda noción de magnitud en la realidad: la dicotomía, peronismo antiperonismo.

El peronismo en el gobierno (1945-1955) había reprimido sistemáticamente cualquier intento que desencadenase un interés de clase en el proletariado; enmarcó la presencia obrera en sus intereses como corporación, su objetivo estratégico realizado fue el de "ciudadanizar" a la clase obrera. En su interior, como movimiento político, tuvieron cabida todas las formaciones ideológicas que pudieran cubrir y dar consistencia a un amplio espectro entre "nacionalismo" y "reformismo, fuera su personificación obrera o burguesa.[4]

En Argentina, las formas nacionalistas siempre involucraron un corte transversal en la sociedad referido a un tipo particular de alianza de clases, cambiante y no rígido, con una fluidez subordinada al desarrollo de las relaciones de fuerzas existente entre las clases a través de sus relaciones de enfrentamientos; siempre fue la búsqueda de una alianza con los sectores no burgueses de la sociedad, realizada por una fracción burguesa en su enfrentamiento contra los sectores dominantes del resto de la burguesía. No hay un "nacionalismo de origen obrero"; habrá obreros nacionalistas; obreros que establecen una mediación con otros (obreros o no) a través de un lenguaje nacionalista; pero no existe una fracción obrera que construya, constituya un lenguaje nacionalista. Lo puede utilizar pero no construir.

¿Qué es lo que le "discute" una fracción burguesa a la otra? La relación que esa fracción establece con el resto de las fracciones de otras nacionalidades. De ahí que siempre haya -explícito o no- un continuum entre "nacionalismo e imperialismo"; toda burguesía intenta construir una ideología de una territorialidad "imperial" deseada.

El "Estado-nación" es el territorio; la forma social, el dominio de una burguesía. La relación entre "Estados" es en definitiva la relación entre los "estados" del poder de cada burguesía. Se trata de una relación de poder, entre burguesías.

De ahí irán brotando las diferentes versiones acerca de los "nacionalismos", intra e inter formaciones de las burguesías según su territorialidad social.

El "liberalismo" (sea político o económico) pertenece a las etapas utópicas del pensamiento revolucionario de la burguesía. Por eso todo "imperialismo" en su decadencia se vuelve "liberal".

El "reformismo" es también, un producto del capitalismo, del dominio burgués; pero su asiento social, sus constructores pertenecen a ese caldo que todos los días se recocina, y que nunca tiene fecha precisa de factura: la "pequeña burguesía". No se trata de una clase, se trata de una "situación"; del sector que está en un proceso de formación (descomposición o recomposición) hacia el proletariado o hacia la burguesía. Por supuesto, es obvio que de la cantidad de individuos que personifiquen esas relaciones dependerá en qué etapa de su desarrollo se encuentra la sociedad específica. Así como la periodización de las sociedades dependerá de la magnitud de los que señalen la tendencia hacia uno u otro lado. Es por estos últimos, por lo que expresan y reflejan, que las dos "versiones", obrera o burguesa, necesariamente se constituyen.

Los primeros asumen al conjunto total de los individuos-ciudadanos de la clase obrera; y los segundos sólo a una parcialidad de los mismos.

El "reformismo burgués" siempre mantiene su congruencia y se alía con alguna forma de "nacionalismo" y en determinadas alianzas de clases tiende a ser puente entre "nacionalistas" y "reformistas obreros", valiéndose de una especie de espantoso "esperanto"; nunca tendrá vigencia histórica, es decir, no será un sujeto social en el sentido estricto, de carne y hueso, pero se prestará a que los cínicos con máscara de utopistas ensayen en él su papel de expertos en "relaciones públicas". Pero, a pesar de su incapacidad para tener vigencia, no hay duda de la eficacia de su incidencia en las alianzas de clases en la Argentina y en todo el mundo, y hoy en particular más que nunca.

En el peronismo encontramos diferentes fracciones de burguesía y diferentes sectores de la clase obrera y, entre unas y otros, la "pequeña burguesía" escindida. ¿Cómo compatibilizar estos actores, cómo encontrar un "lenguaje " común a tan distintos personajes? Hay quien hubo de decir: "intereses comunes", lo cual implicaba tratar de mantener las condiciones sociales existentes durante el período de la guerra mundial; entiéndaselo: en sus tendencias. ¿Cómo lograr que las tendencias sociales que se habían desarrollado e intensificado durante los últimos años (y en particular los de la guerra: 39-43/44) se mantuvieran y no entraran en disolución o se transformaran, asumiendo otro carácter?[5]

¿Cómo mantener esa situación sin la existencia de una guerra mundial, sobre todo en el período en que todavía no se había definido claramente la situación como de "guerra fría"?

El "nacionalismo" parecía un absurdo en las condiciones mundiales: la derrota de tres Estados nacionales, Alemania, Italia y Japón, en los que se habían puesto en movimiento grandes fuerzas sociales llamadas "nacionalistas".

Era la forma de expresar un antagonismo en el seno de la burguesía argentina; de establecer una distancia entre la burguesía que había establecido un bloque monolítico con el campo capitalista-imperialista de los "aliados", y la burguesía que necesitaba para su existencia una Argentina cuyas relaciones con el sistema capitalista mantuvieran la redefinición que la guerra le había impuesto de facto. La Argentina en condiciones de expansión del sistema capitalista mundial, en condiciones de crisis de expansión, en condiciones de guerra interimperialista, ésas eran las condiciones que le eran favorables a la burguesía "nacionalista peronista". Desplazar a la burguesía "oligárquica", "proimperialista", etcétera, de ser la encargada de ubicar a la Argentina en las condiciones internacionales, fue una decisión que se expresó en "formas nacionalistas".

Pero esa burguesía oligárquica tradicional había logrado un importante triunfo al alinearse permanentemente del lado de los "aliados", pues incluso había logrado imponer una "disciplina" a la clase obrera argentina con el asentimiento de todas las fracciones de carácter socialista internacionalistas, quienes también habíanse alineado con los "aliados" en oposición al fascismo y al nazismo, expresiones éstas aparentemente accidentales del capitalismo cuando tomaba un supuesto carácter "nacionalista".

¿De qué manera romper lo que objetivamente se había transformado en una alianza social, a partir de la tregua que los obreros organizados habían otorgado a esa burguesía dadas las condiciones de "guerra"?

¿Cómo quitarle el poder a la burguesía que tradicionalmente había gobernado, en momentos en que socialmente era más fuerte su dominio? No se trataba solamente de un golpe de Estado que llegaba a destiempo (Alemania ya estaba siendo irreversiblemente vencida) en junio de 1943, en términos de política internacional; pues, a la vez que era bien visto por algunos sectores obreros (porque irrumpía en momentos de corrupción, desidia, desgobierno abierto, etcétera) y de pequeña burguesía, había un rechazo implícito por el conocido alineamiento de sus autores en el campo del "eje". La propaganda aliada había llegado hasta neutralizar el viejo odio y resentimiento de los sectores populares hacia Inglaterra o los Estados Unidos, por sus políticas imperialistas y capitalistas.

La "guerra" había sido un negocio para la Argentina capitalista, más que para la Argentina dependiente. ¿Cómo mantener la expansión del capitalismo nacional, en las nuevas condiciones internacionales?

Lo "nacionalista" no es sólo lo que implica simpatía hacia el campo del "eje" -sectores de burguesía, pequeña burguesía y trabajadores- sino que incluye también aquellos sectores de burguesía y clase obrera que necesitan para su existencia el mantenimiento de ciertas relaciones que la guerra había otorgado, y que la "paz" amenazaba quitarles (no se visualizaba ni efectivizaba todavía con claridad el período de la guerra fría; si así hubiera sido, otras habrían sido las consecuencias), pues "retrotraería" a una situación anterior.

El "reformismo" (en sus diferentes variantes y designaciones) pasó a ser la tarjeta de presentación "legítima" de quienes no querían ser identificados con lo procapitalista en la vertiente fascista, nazi o simplemente capitalista a secas, de aquellos sectores sociales en su mayoría tradicionalmente alineados en las viejas luchas políticas y sociales de Argentina, favorables al campo trabajador.

Tanto "nacionalistas" como "reformistas" tenían en común la necesidad imperiosa del desarrollo capitalista argentino, en lo que ellos consideraban las nuevas condiciones internacionales.

Los obreros se identificaban políticamente con el peronismo no porque éste fuera "anticapitalista": el peronismo nunca se presentó como anticapitalista, aunque sí se manifestó explícitamente en contra de los imperialismos concretos y específicos, tanto de Inglaterra como de los Estados Unidos.

Tanto el "nacionalismo" como el "reformismo", en Argentina y en todo el mundo, han sido, son y serán posibles por la expansión del capitalismo nacional, la única manera de abarcar a todos los sectores de una sociedad, de construir una forma política que "ideológicamente" exprese ese amplio espectro que cubre el "nacionalismo-reformismo", sin dejar a nadie afuera.
¿Quién necesita de la expansión capitalista? Aquel que no puede imaginarse socialmente de otra manera que la que en su actualidad tiene; no quiere ser "distinto", sino que, por el contrario, está convencido de que esa es la única manera de defender su existencia social actual (concreta, la que tiene, no la que llegaría a tener).

En síntesis: "nacionalismo" y "reformismo" expresan las mediaciones que utilizaron las diferentes fracciones de la sociedad en la Argentina que intentaron cíclicamente implementar momentos de la expansión de las relaciones capitalistas de producción, en la vida nacional. El peronismo ideológicamente no es más que eso, lo cual no quiere decir que fuera del peronismo no haya "reformismo" y/o "nacionalismo". Pero lo que sí es cierto es que en el peronismo no hay más que eso.

El proceso de la proscripción política (1955-73) lo enfrentó al peronismo a un desafío que puso a prueba su capacidad de ser argamasa de una alianza de clases en la cual se mantuviera la hegemonía de sus sectores burgueses, en momentos en que enfrentaba al resto de la "sociedad burguesa".

Durante 18 años (1955-1973) puso en acción las más diversas tácticas: la insurrección militar (Valle y Tanco); el boicot electoral, logrando imponer 4 millones de votos anulados (1956); el sabotaje fabril; la transferencia de su caudal electoral a sus alianzas políticas, logrando determinar en todos los casos el resultado electoral; las tomas masivas de fábricas, logrando en un solo día tomar alrededor de dos mil establecimientos; guerrillas urbanas y rurales; luchas de masas en las calles; y así hasta lograr un pacto con casi todas las fuerzas y fracciones sociales que habían organizado su derrocamiento en 1955.[6]

Todos los resquicios posibles de acción legal que la proscripción y represión del régimen institucional dejaban sin cubrir fueron aprovechados por los sectores populares; sobre todo, porque lo que se había fortalecido en su marcha era la convicción de que el eje de su defensa estratégica anidaba en su capacidad casi infinita de unificarse ante los enfrentamientos políticos, cualesquiera fueran las condiciones que el dominio de la burguesía impusiese.

Esta unidad de masas -en los enfrentamientos políticos y sociales- no fue nunca un punto de partida, sino que, por el contrario, fue el producto de profundas y violentas luchas entre las corrientes ideológicas que expresaban las distintas fracciones sociales que constituían la alianza de clases que hegemonizaba el peronismo.[7]

A pesar del enorme crecimiento de su unidad en sus acciones, los sectores populares carecían de la capacidad para generar una ofensiva estratégica; el aparato represivo convencional y tradicional era suficiente para quebrar la continuidad de una política de ascenso de masas. Por otra parte, la fracción burguesa de la clase obrera había consolidado su tendencia hacia la capacidad autónoma de su acción respecto a su alianza histórica en el peronismo. El resto de las fracciones obreras estaban empantanadas en las limitaciones de una neblina ideológica producto de las contradicciones entre sus intereses de clase y su adscripción a un movimiento que los postergaba.

En todo este proceso, por su capacidad de movilización "amenazante", la acción de la clase obrera fue la columna vertebral; los cuadros políticos del movimiento, formados por fracciones burguesas, de pequeña burguesía y las fracciones ideológicamente reformistas de la clase obrera, expresaron permanentemente la posibilidad de una redefinición de la alianza de clases que fracturara la unidad del proletariado.[8]

En su lucha política electoral el peronismo contó cada vez más con el apoyo de los sectores sociales más radicalizados, registrándose hacia 1962 la unificación casi total de la clase obrera con los sectores de la pequeña y mediana burguesía, progresista y radicalizada, en un frente electoral que desbordó el caudal del oficialismo (marzo de 1962).[9] El sistema institucional parlamentario no era dique de contención eficaz para la enorme capacidad de movilización democrática de los sectores populares.

El gobierno anula la elecciones, pocos días después los cuadros armados del resto de la burguesía anulan al gobierno.

Mientras tanto la burguesía profundizaba su crisis política al poco tiempo del derrocamiento del gobierno constitucional de Frondizi, el enfrentamiento entre sus fracciones se resolvía convocando a sus correspondientes cuadros en las fuerzas armadas.

El ascenso a los extremos en sus enfrentamientos políticos desencadenará una lucha armada entre sus cuadros profesionales. Guerra entre burgueses y mantenimiento de la represión a los sectores populares, fue el saldo.[10]

En realidad, el período 1962-66 marca el inicio de un punto de inflexión en el desarrollo de las luchas políticas y sociales de la Argentina.

Hasta el triunfo electoral de marzo de 1962 no cabía duda de que a pesar de las condiciones proscriptivas y represivas, se había logrado constituir una fuerza social de carácter popular que le había otorgado un sentido ascendente y favorable al proletariado en la lucha de clases; creando, como contrapartida, en las fracciones burguesas en pugna una incapacidad para lograr una tregua que les permitiera estructurar una política que las unificara interiormente.

Es a partir de los enfrentamientos militares de mediados de 1962 que se torna evidente la decisión de intentar una política que tuviera la capacidad de redefinir el "bloque histórico" que aparentaban el "peronismo" y el "antiperonismo" de las fracciones burguesas.[11] Si bien no se resuelve el dilema inmediatamente, lo cierto es que se crea una suerte de "repliegue" de las fuerzas armadas y de los sectores más reaccionarios en el control político del aparato del Estado; de una manera u otra el resto de la "sociedad política" repliega también sus fuerzas, dando lugar a una tregua de los enfrentamientos de carácter frontal que habían caracterizado al período anterior, creándose una etapa de reestructuración de las fuerzas políticas y de su medición a través de enfrentamientos rápidos."

NOTAS

[1] La indicación de "guerra militar" como expresión de las formas que tomaron las luchas interburguesas en la Argentina, no es formal sino por el contrario. Nos parece conveniente distinguir la distancia que hay entre un "golpe militar" sin guerra, de aquel que sólo es posible a partir de una "batalla decisiva" entre las fracciones armadas.

[2] Por supuesto que hubo "civiles" que lucharon en forma armada, pero lo hicieron como auxiliares de una fuerza armada, específicamente profesional militar. El monopolio de la fuerza siempre estuvo en manos de militares profesionales en los dos bandos en pugna; conviene recordar que la fractura en las fuerzas armadas era la resultante de un proceso de deterioro político que había sufrido la alianza de clases que expresaba el peronismo. Consecuencia de la pérdida de importantes fracciones de la burguesía anteriormente insertas en su movimiento.

[3] Desarrollando el concepto de "legalidad-ilegalidad" del régimen hacia las masas, se concluye que se opera una "doble proscripción: política y social, lo que implicó una violencia (fraude en las conciencias y en las decisiones de los individuos convocados)". Este esquema desarrollado en "S.V. Socialismo de Vanguardia, Revista de tesis política del Partido Socialista Argentino de Vanguardia, Nº 1, Buenos Aires, 1-9-63", es el antecedente teórico a la noción de "doble proscripción".

[4] Hacemos referencia al aspecto "ideológico" del peronismo. Ahora bien, ello supone un acuerdo previo -para su comprensión- sobre el uso de lo "ideológico" en este texto.
Lo "ideológico en nuestro discurso se refiere a cierto campo de relaciones sociales que se establecen usando como mediaciones ciertas "imágenes", "palabras", "verbalización, "gestos; es decir, un conjunto instrumental-lenguaje (cualquiera sea su nivel de desarrollo; aunque es obvio que según sea ese nivel, tendrá un significado y un carácter social distintos) que ha sido construido históricamente por ciertas fracciones de las clases en su relación específica con otras fracciones y consigo misma; cuya función fundamental hace al reforzamiento (a la "reproducción") de ciertas tendencias (de relaciones sociales preexistentes) y a la negación, impedimento, rechazo de otras también preexistentes. Se trata de una "sordera" activa, de una forma de lucha, de enfrentamiento en el campo de las formas más embrionarias del conocimiento.
En este sentido, es natural que lo ideológico actúe también como "argamasa" en la relación entre fracciones sociales, y a la vez como ariete en los enfrentamientos que estas fracciones asumen con el resto de la sociedad. Pero lo sustantivo es que lo "ideológico" es un sistema de relaciones sociales que se comporta siguiendo las leyes propias de un lenguaje. Según sean los territorios sociales tendrá sus traducciones; y sabido es que entre los diferentes lenguajes no hay necesariamente una relación de "uno a uno". "Nacionalismo" y "reformismo" hacen referencia a formas ideológicas diferentes construidas al ritmo en que se desarrollan los estados nación en los distintos territorios sociales que ellos implicaban.
Si se quiere, sólo son inteligibles en relación a contextos de formación capitalistas; pero diferentes son las fracciones que fueron dominantes en su construcción, aunque los dos (nacionalismo y reformismo) hagan referencia a la periodización del desenvolvimiento de una hegemonía burguesa no acabada sino segmentada.

[5] El período 1939-1943 hace referencia al comienzo de la llamada "Segunda Guerra Mundial" (1939) hasta el golpe militar del 4 de junio de 1943, en Argentina.
1944 refiere a la aparición en el escenario político nacional del entonces Coronel Juan Perón.

[6] La insurrección militar remite al levantamiento peronista encabezado por los generales Valle y Tanco, en junio de 1956. Como consecuencia, el General Valle fue fusilado; el boicot electoral hace referencia al llamado a elecciones de constituyentes para anular las reformas a la constitución efectuadas en 1949 bajo el gobierno de Perón; sabotaje fabril refiere al período 1955-1958 dominado de "Resistencia Peronista"; tomas masivas de fábricas alude a un Plan de Lucha a escala nacional por la CGT, que consistía -entre otras acciones- en la toma escalonada de fábricas (1964).
Este listado de "acciones" y usos de "instrumentos de enfrentamiento" es evidente que transfiere a la imagen del movimiento popular peronista una fisonomía de movimiento de "combatividad" y "resistencia" sin lugar a dudas categórico.
A pesar de ello, en la puesta en práctica específica, en las políticas que se llevaron a cabo, en las fracciones sociales que manipularon este enorme instrumental en una secuencia estratégica, se refleja una política, o una estrategia, cuya consecuencia no era precisamente transferir un mayor poder a los sectores populares sino neutralizarlos, la única posibilidad que dejaba abierta el estilo gatopardista de las políticas del peronismo.
La lucha no estuvo jamás concentrada contra el sistema de dominación, sino contra el gobierno y por la implantación del sistema institucional democrático burgués. La lucha contra el régimen se reducía a la lucha sólo contra el gobierno.
Las tácticas terroristas, sabotajes, etc., se implementaban al mismo tiempo que se establecían los nexos, los puentes... para una tregua y negociación.
Por otra parte, el momento político militar siempre fue visualizado como una posibilidad de fractura de la política de los cuadros orgánicos armados de la burguesía; la idea de una insurrección popular siempre fue explotada pero nunca efectivizada, como política del peronismo. Por supuesto que durante el desarrollo de todo este período, en más de una oportunidad como expresión de políticas espontáneas en los diferentes sectores populares dentro y fuera del peronismo, o en conjunto, se intentaron efectivizar formas de lucha armada o frontales contra las distintas fracciones de la burguesía que se sucedieron en el gobierno del país.

[7] Cada fracción social del movimiento peronista, en más de una oportunidad, buscó alianzas políticas fuera del peronismo, lo cual generaba del resto de las fracciones el inmediato aislamiento de esa tendencia y con ello el vaciamiento de sus bases de apoyo. Este proceso se reiteró cada vez que se registraban convocatorias políticas electorales, nacionales o provinciales.

[8] En los años que duró la proscripción política del peronismo se desarrollaron innumerables tácticas políticas que se expresaron incluso como políticas rivales entre sí y que ponían permanentemente en peligro la unidad del movimiento peronista. La posibilidad de una fractura de la unidad política de los sectores obreros, estaba en cierta medida limitada por las condiciones económicas y sociales que tendían a homogeneizar a los sectores obreros más que a diferenciarlos. Al respecto puede leerse en Desarrollo Económico, revista de Ciencias Sociales, número 60, volumen 15, Buenos Aires, Argentina, la polémica entre Pablo Gerchunoff y Juan P. Llach con Daniel Azpiazu, Carlos E. Bonvecchi, Miguel Khavisse y Mauricio Turkhieh.
Por otra parte, esa permisibilidad del sistema y del momento económico, fortalecía y legitimaba la lucha económica de la clase obrera en términos corporativos; lo cual tenía como consecuencia el fortalecimiento de los cuadros obreros vinculados al carácter de esa lucha.

[9] Durante el gobierno de Arturo Frondizi, una de las tácticas políticas existentes en el peronismo, había logrado la legalidad del Partido Unión Popular. Entre fines del 61 y comienzos del 62, se desarrolló la tendencia a la unificación de las fuerzas electorales de los partidos tradicionales de izquierda de la Argentina (Partido Comunista y el fraccionamiento más poderoso, el Partido Socialista) junto al peronismo. Socialmente hablando, el frente electoral fue análogo al que triunfó en marzo de 1973.

[10] Es lo que se conoce en Argentina como el enfrentamiento entre "azules" y "colorados" (los colores hacen referencia no a un contenido simbólico, sino a un sentido práctico de la distinción de los bandos en pugna); bandos que reflejaban de manera confusa los diferentes criterios políticos existentes en la burguesía argentina durante los últimos siete años.

[11] Conocer las tesis políticas de los dos bandos armados ("azules" y "colorados") es imprescindible para la comprensión del período que se inicia en ese momento en Argentina; el golpe de Onganía en 1966 fue sin duda una resultante de la crisis político-militar de la burguesía en 1962 .

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